Acabo de despedirme de ti. Ha sido un domingo de locos. Fue penoso que me veas llorar, pero al mismo tiempo me siento aliviado por que fueras tú quien estuvo ahí.
No te dije nada cuando me consolaste. ¿Cómo podría? Pero no puedo quedarme con esto atorado, porque mereces que te lo haga llegar de alguna u otra forma. Tú dijiste que tomara toda tu alegría, querías verme feliz. Y yo lloré. No mentí cuando te expliqué las razones detrás de ello. Realmente he estado conteniendo muchas cosas estos días, cosas que sumadas a lo de hoy desembocaron en eso. Esa tristeza, o pena.
Sin embargo, cuando me dijiste eso I just lost it. Te lo dije, que estaba conteniendo tanto que tus palabras simplemente me desarmaron. Por completo. Estaba tan a la expectativa de protegerme ante las cosas negativas que olvidé que podías venir tú con ese inmenso amor que tienes a derrumbarme. Estaba preparado para muchas cosas, pero no para el amor.
Y quiero decir que gracias, por tu infinita paciencia. No sé de dónde la sacas, porque sinceramente yo no habría tenido tanta. Gracias por esa capacidad que tienes para hacerme sentir amado, libremente amado, sin que eso signifique una restricción. Gracias por ser de los que dan en lugar de los que quitan. Gracias por esas palabras llenas de amor que me das. Gracias por quererme, de esa forma pura y sin reservas.
Gracias porque el miedo es grande, pero el amor lo es todavía más. Gracias porque conoces mi corazón y no lo usas para ejercer poder sobre mí. Gracias por no subestimarme solo porque te dejo ver esa sensibilidad, y gracias por cuidarme como si dicha sensibilidad fuera digna de atesorar. Tal vez lo es. Me gusta cómo soy, con todo y dolor. No es por ser masoquista, solo... solo siento que es un dolor necesario.
Gracias por ser tú, y por haberte acercado a mí ese día. De tan solo pensar en no haberte conocido, yo... no sé cómo estaría ahora. Te amo, Zeth. Gracias por tanto... Día dieciséis de treinta, tachado.
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